jueves, 10 de octubre de 2013

Jesucristo en los escritos de Madre Ángeles Sorazu


Fray José Mª Lucas Moral nos presentó con excelente agilidad el contenido central de la experiencia cristológica de M. Ángeles, dejando abierta la brecha para posteriores desarrollos de numerosos temas que la brevedad del tiempo no nos permitió exponer. ¡GRACIAS por tan precioso como detallado trabajo! ¡Y gracias por su disponibilidad para seguir mostrando ante nuestros ojos, las maravillas de Dios!  

Saboreemos algunas de sus palabras: 




“Vi lo mucho que desagradan a Jesús dichas almas tacañas y egoístas, y la gloria y complacencias que le procuran las que le buscan sin interés por la práctica de las virtudes que resplandecen en los misterios de su vida mortal y contiene el santo Evangelio, cuyas almas le son muy queridas como copias vivientes que son de su divina Persona Humanada”.

Percibe su vida y su vocación como glorificación del Verbo Encarnado:




Ángeles Sorazu conoce a Jesús por media la oración. Primero por la oración litúrgica. Así lo confiesa cuando afirma lo mucho que la favoreció Dios en el rezo del oficio divino y la celebración de las fiestas de la Iglesia gracias al “inapreciable don de penetrar los misterios que encierra la sagrada liturgia y grande afición a esta”.

Y junto a la oración litúrgica la oración personal. Nos dirá que Dios le ha concedido dos beneficios: El primero es la imposibilidad de pertenecer a Dios a medias, necesariamente tiene que ser toda de Dios o nada de Dios. El segundo es el trato familiar con Dios, no puede tratarlo de lejos, como extraño, sino que necesita comunicar con Él directamente.



¿Cómo es el Jesús al que ella reza?

Jesús es su maestro. El protagonista de toda la vida de Ángeles Sorazu es Jesucristo. A ella sólo le cabe responder al amor que recibe de él. El Jesús con el que se relaciona, va teniendo distintos rostros o acentos en el proceso de su vida. Será el Dios humanado que sufre por amor al hombre, será un padre o una madre que ama al hombre con infinita ternura, será un amante divino que utiliza todos sus recursos para conquistarla, el redentor y mediador, el cordero de Dios y el buen pastor, será el esposo, la segunda persona de la Trinidad, el divino prisionero de la eucaristía.

En su existencia, Jesús no es un conocimiento adquirido de una vez para siempre, es más bien presencia viva, que se va manifestando siempre de forma nueva. Vamos a ver cómo se manifestó Cristo en los distintos momentos de su existencia.

      Cuando se refiera a la llamada de Dios a su alma, a lo que llamó su conversión, sor Ángeles no dudó en atribuirla al Sagrado Corazón de Jesús. Seguidamente nos dice que el primer medio de santificación que la voluntad divina le impuso fue la devoción al Sagrado Corazón y su propaganda, y un poco más adelante que comenzó a conquistar almas para el Sagrado Corazón. En otro sitio afirma que “profesaba singular devoción al Sagrado Corazón de Jesús y practicaba varias devociones en su obsequio, y casi todos las horas del día me dirigía a Él para rendirle mis homenajes o hacer algún coloquio, entrega, etc.”. Los dos elementos de esta devoción, el amor y la reparación, van a estar permanentemente presentes en toda su espiritualidad. Amor de Jesús, Verbo de Dios encarnado, en contraste con el desamor, la ingratitud y frialdad con el que es recibido por  los hombres, y reparación por los pecados y desprecios que recibe, ofreciendo al Señor en compensación, actos de desagravio y reproduciendo en su cuerpo los tormentos y sufrimientos que ve en Jesucristo.
 

Dentro de diez años se cumplirá el primer centenario de la muerte de sor Ángeles. Aunque su vida y doctrina son en gran parte desconocidas, ha sido una de las grandes figuras de la espiritualidad y la mística española. Una mujer que goza de grandes experiencias místicas, que plasma en grandes tratados de espiritualidad con gran profundidad y belleza pese a su escasa formación académica. Una mujer inquieta, que busca, que no se para, que siempre aspira a más hondura, a mayor conocimiento de Dios por la mediación del Jesús que la enamora. Una mujer que con frecuencia sufre, presa de sus ansiedades, quizá escrúpulos, pero que mantiene firme su fidelidad a Jesucristo sin que nada pueda apartarla del amor de su vida. Una mujer que vive a finales del siglo XIX y XX y que vive la espiritualidad propia de aquella época. Quizá por eso no haya que buscar en sus escritos novedades doctrinales. La gran novedad es ella, lo que vive y cómo lo vive. Contempla la hermosura de Dios en el crucificado, al El se abraza y por Él se deja abrazar hasta la total identificación. Toda ella para Jesús, el amor de su alma. A su imitación dedicará todas sus facultades y sentidos, internos y externos, para oír la palabra definitiva de Dios, manifestada en Jesús, ver todos los misterios de la vida de Jesús desde la encarnación hasta la glorificación, gustar de la dulzura de Jesús en la eucaristía y en la comunión, tocar y acariciar al divino Esposo, dejarse acariciar por Él y aspirar el olor a bálsamo y  mirra que desprende el cuerpo del Amado.