sábado, 25 de junio de 2011

¡Vivir de la Eucaristía!



«Dios me colmó de caricias
y me trasplantó a otro campo
más fértil todavía,
asociándome a su Vida Eucarística.
Así fui elevada a más alto grado de unión divina»

«Cuando comulgaba
procuraba reproducir en mi alma  
los sentimientos que abrigara la Virgen Maríaen el momento de la Encarnación»

«Me ofrecía muchas veces al Padre
en unión de Jesús Sacramentado»





miércoles, 15 de junio de 2011

Ángeles Sorazu comparte contigo algunos de sus pensamientos...

La presencia divina me producía maravillosos efectos siempre».
«Vivía del amor e imitación de la Stma. Virgen y en Ella y con Ella amaba a mi Dios».
«Permanecía con el pensamiento y amor fijos en Jesús todo el día y parte de la noche».
«Tantas caricias me prodigaba, que no sabía qué hacer para corresponder a su ternura y amor».
«¡Qué maravilloso es Dios en sus relaciones amorosas con las almas que favorece con su predilección!»
«¡Qué lejos vivimos de la realidad divina!»
«Comprendí el infinito amor de Dios Padre al género humano que le moviera a entregarnos a su Hijo».
«Tomé la costumbre de ofrecer a Dios mi alma para que descansase derramándose en ella».

jueves, 9 de junio de 2011

El resplandor de un carisma

Descubrir y saborear la actualidad del mensaje de la Regla de la OIC y de la vivencia que M. Ángeles quiere compartir con nosotros, es la aventura personal que se abre ante nuestros ojos y que se nos hace fácil con la guía de este nuevo libro.

Aventura, sí, porque la gracia es siempre nueva, personal, pensada por Dios cariñosamente para cada uno de sus hijos. Aventura hacia la que nos lanzamos con la certeza de tener mucho que encontrar, en clima de búsqueda interior, de reflexión y oración, a la escucha del Espíritu, que mantiene vivo el carisma, hecho don para cada concepcionista, con el frescor de la primera hora.

La Regla de la Orden, dada por la Iglesia Madre, como confirmación de la autenticidad de un camino de seguimiento de Cristo, y la vivencia de nuestras «hermanas mayores» -M. Ágreda, M. Patrocinio, M. Teresa de Jesús Romero, M. Ángeles Sorazu y tantas más…- sean siempre estímulo para el crecimiento y la búsqueda, en fidelidad creciente, en la alegría de sentirse dichoso por haber tenido parte en la heredad del carisma concepcionista.

Y decimos «sentirse dichoso», en general, porque no sólo «son dichosas las hermanas concepcionistas» que han profesado en la Orden de la Inmaculada Concepción, sino todos aquellos y aquellas, que desde su vocación y misión dentro de la Iglesia, se sienten llamados a respirar la vida sobrenatural desde los poros de este carisma mariano-inmaculista.

La Regla de la OIC y la M. Ángeles, en su deseo de que todos conozcan y amen lo que ella conoció y amó, son una invitación a vivir desde la gratuidad de María Inmaculada, en apertura total a la gracia que trae Cristo Redentor, haciendo de Él el amor absoluto de la vida; que se desarrolla en una existencia impregnada del brillo y la belleza de la pureza de corazón, recibida en la contemplación de Dios Inmaculado y Santo; que se expresa en la sencillez de una vida pobre y humilde; que, en el silencio, se hace hostia viva para gloria del Padre y desde su oblación irradia vida a toda la humanidad.

martes, 7 de junio de 2011

Vivencia trinitaria de M. Ángeles


“Vivirás una vida de amor” recoge la vivencia trinitaria de M. Ángeles Sorazu, mística concepcionista franciscana, de principios del S. XX. Esta obra acerca a nosotros, con sencillez y claridad, el conocimiento y la experiencia de Dios que M. Sorazu dejó plasmada en sus escritos. De este modo se hace accesible a los lectores unas vivencias que en sí mismas podrían parecer lejanas o demasiado elevadas.

Mientras en los tres primeros capítulos la autora presenta la relación de M. Sorazu con las tres Personas divinas, respectivamente, el capítulo siguiente se centra en su conocimiento de Dios Uno y Trino y su trato íntimo con Él. En éste se describen las gracias del desposorio –acontecido el 25 de septiembre de 1894- y el matrimonio espiritual –recibido el 11 de junio de 1911-. El capítulo quinto de la obra nos acerca a la contemplación de Dios desde sus atributos divinos y la participación de M. Ángeles en los mismos. Merece especial relevancia la mención del atributo de la fecundidad-virginidad de Dios contemplados por nuestra mística de manera singular. Para cerrar el estudio, el capítulo sexto pone ante los ojos del lector la respuesta de M. Ángeles a las confidencias que Dios le hace. Rendida por entero a la voluntad de Dios queda convertida en cierto modo en su confidente. Es la experiencia misma que tantos santos han tenido ante el amor de Dios, acogido por algunos hombres y rechazado por tantos otros, que san Francisco expresaba, por ejemplo, en su célebre frase: “el Amor no es amado”. Escuchar el quejido amoroso de Dios Padre y del Verbo Encarnado provoca en los místicos mayor entrega y amor, por un lado, y oración de intercesión y reparación, por otro.
M. Ángeles vive el misterio de Dios siempre en unión con María Inmaculada, por ello, cada tema tratado termina con un apartado mariano en el que se recoge la contemplación mariana de M. Sorazu en relación con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; aparece como Mediadora de todas las gracias  -especialmente la gracia del matrimonio espiritual- o bien participando de cada atributo divino de forma privilegiada.
Partiendo de la experiencia de M. Sorazu, la obra se cierra con un capítulo que trata de recoger algunas aplicaciones prácticas para nuestra vida cotidiana. De este modo queda de manifiesto la actualidad del mensaje de esta mujer que se entregó totalmente a Dios, vivió con pasión su seguimiento de Cristo y ahora nos abre amplios horizontes hacia la experiencia de lo divino.
La autora ha tomado como base de su estudio principalmente las obras mismas de M. Ángeles, publicadas en su mayoría, enriqueciendo sus afirmaciones con textos tomados de éstas. El Apéndice final abre al conocimiento de todos, algunos de los escritos de esta mística, conservados en el archivo de La Concepción (Valladolid) e inéditos hasta este momento.

Vasta recogida de datos en las obras impresas y directamente en manuscritos no impresos, lectura muy atenta, reflexión de síntesis, desde una perspectiva femenina de sensibilidad y claridad. Compartiendo vocación con M. Angeles, la Hna. Mª Nuria es, también Concepcionista Franciscana, residiendo ahora en la Casa Madre de Toledo. Eso le ha permitido sintonizar, desde una misma espiritualidad, en el amor apasionado a la Inmaculada Concepción de María, en la misma contemplación, en la misma plegaria, incluso en la misma Regla.
El mensaje de M. Sorazu no se queda en meras elevaciones místicas ajenas a la vida cotidiana. “Vivirás una vida de amor” pretende acercar esta vida a nuestra realidad personal al mismo tiempo que es una invitación a abrir la propia existencia a Dios. M. Ángeles se convierte en testigo gozoso de unas realidades trascendentes que nos invitan a elevar la mirada hasta la más alta dignidad humana: la divinización del ser humano es posible desde que el Verbo se encarnó, por amor a cada hombre y mujer de cada tiempo.


domingo, 5 de junio de 2011

Ángeles Sorazu ¿quién es?

Ángeles Sorazu Aizpurua nació el 22 de febrero de 1873 en Zumaya (Guipúzcoa), siendo bautizada al día siguiente, en la Parroquia de San Pedro, en su pueblo natal, recibiendo el nombre de Florencia.
Desde su más tierna infancia, la pequeña Florencia se ve adornada de gracias sobrenaturales que anuncian una predilección por parte de Dios. Florencia crece humana y espiritualmente, venciendo las dificultades y luchas propias de su edad; sin saberlo aún, camina hacia el descubrimiento de una vocación que la conducirá a formar parte de la Orden de la Inmaculada Concepción y que llevará a cabo en el Monasterio de La Concepción de Valladolid, donde ingresa el 26 de agosto de 1891.
Cuando vista el hábito concepcionista tomará el nombre de sor Mª de los Ángeles, por su devoción a los Santos Ángeles, a quienes se encomienda con fervor. Emitirá su profesión solemne el 6 de octubre de 1892 y desde entonces se entregará con todo su ser a Jesucristo y a María Inmaculada, tomando a ésta por Reina, Superiora, Maestra, Directora y Madre. Una actitud la acompañó siempre: A partir del día que hice la consagración conté con la Stma. Virgen para todo. Sentía la imperiosa necesidad de ser toda de Dios en María.
Mientras nada extraordinario acontece a la vista exterior, sor Ángeles va creciendo interiormente, bebiendo su alimento espiritual en el Catecismo –al que tendrá singular estima- y en algunas lecturas, entre las que destaca la Mística Ciudad de Dios –obra de M. Mª de Jesús de Ágreda, concepcionista y escritora mística del s. XVI-.
Un acontecimiento de especial importancia en su vida es el momento en el que descubre el libro de los Evangelios, primero, y la Sagrada Escritura, después.
En 1893 atraviesa una intensa purificación interior que ella vivirá apoyada en la Virgen María, su refugio y consuelo en este tiempo al mismo tiempo que su madre y maestra. La noche purificadora, vivida en heroica fidelidad y amor, la conducirá al desposorio espiritual que tendrá lugar el 25 de septiembre de 1894, fecha que celebrará todos los años durante toda su vida, como un momento singular de gracia y acercamiento a Dios.
El 21 de febrero de 1904 es elegida abadesa de la comunidad, cargo que desempeñará con notable acierto, influyendo grandemente en el crecimiento espiritual y material de la comunidad.
En julio de 1907 comienza una segunda purificación interior, más honda que la que viviera años atrás, que la dispone interiormente para el matrimonio espiritual, gracia que recibe el 10 de junio de 1911. Para esta fecha cuenta con el apoyo del que fuera el director espiritual que más influyó en el desarrollo de su vida interior, el P. Mariano de Vega, OFMCap. Gracias a él la Iglesia goza en la actualidad de la riqueza de los escritos espirituales de M. Sorazu.
Consumado el matrimonio espiritual, M. Ángeles vive aún diez años más, a lo largo de los cuales va dejando constancia de los aspectos de la vida de unión con Dios, su contemplación de la vida humana y divina de Jesucristo, los atributos divinos, la lectura y comentario de diversos pasajes bíblicos, especialmente el Ct que aplica a la Virgen María.
En la Navidad de 1920 hace unos ejercicios espirituales de cuarenta días con la intención de prepararse para la vida del cielo, según ella misma afirma. El 21 de marzo de 1921 confía a una de las religiosas más íntimas, que presiente cercana su muerte. Su salud se deteriora progresivamente. El 28 de agosto de 1921, expiraba tras haber compartido los padecimientos de Cristo, según ella tanto deseó y pidió en su oración.

Destellos de una luz divina

Más allá de unos datos biográficos, la figura de M. Ángeles trasciende la historia para transmitir un mensaje válido para los hombres y mujeres de todos los tiempos. A un siglo de distancia, su vida y sus escritos son testimonio y anuncio profético. Su experiencia, vivida en el asombro sereno que producen las cosas divinas y recogida sencillamente en unos pliegos de papel, pone en evidencia la existencia de Dios y desvela su rostro, al mismo tiempo que nos dice que no podemos permanecer indiferentes ante una realidad tan trascendente para el hombre como la presencia Dios mismo en la vida de cada hombre y mujer, y en el mundo entero, en medio de sus circunstancias y avatares.

M. Ángeles nos habla de un Dios que es Padre, que nos ama infinitamente, cuya bondad y misericordia superan todos los cálculos humanos.

El estilo con que M. Ángeles, enamorada de la verdad hasta el extremo, afrontó cada momento de su vida nos invita a eliminar de la nuestra todo engaño, vanidad o mentira para ponernos en la coherencia de quien deja iluminar su pensamiento por el Evangelio de Jesús para después actuar desde las convicciones de la fe.

M. Sorazu nos invita a apostar por Cristo, a arriesgarlo todo por Él, a elegir con decisión y coraje el camino de la santidad, concretándolo en la realidad de los quehaceres cotidianos, de las anécdotas de la convivencia diaria, en las múltiples ocasiones que nos proporciona la jornada para hacer visible el amor, desde las cosas más grandes –cargos y tareas personales o sociales- hasta los más mínimos detalles en los que podemos percibir, con ojos atentos y corazón fraterno, las necesidades de nuestros hermanos, en quienes Jesús nos espera para decirnos: «A mí me lo hiciste».

El ardor con que vivió enamorada de Jesucristo, hasta el «enjesusamiento» -como dirá ella misma- es una llamada elocuente a amar a Cristo apasionadamente, con una entrega incondicional que no conoce límites, cálculos o temores;  que, dejándolo todo atrás se lanza hacia lo que está por venir, que estima basura todas las vanidades pasajeras de este mundo y cuyo único anhelo es la comunión con Cristo y con sus padecimientos, muriendo su misma muerte para participar en su vida gloriosa.

Sus escritos, brotados como fruto de su contemplación, nos anuncian los preciosos rostros que podemos descubrir en Cristo: Salvador, Buen Pastor, Esposo y amante enamorado, se embelesa ante Cristo Rey, Mediador y Abogado nuestro ante el Padre, queda prendada de un Corazón que rebosa misericordia y bondad, que se hace Camino, Verdad y Vida para nosotros, que por amor al género humano se encarnó, abrazó la Pasión y la Muerte, resucitó para introducirnos en su gloria y que prolonga su presencia real en la Eucaristía.

Sólo bajo el impulso del Espíritu Santo es posible vivir así. M. Ángeles nos habla del Espíritu de Dios como amor que purifica y enciende interiormente, que «volcaniza» -nos llega a decir en sus escritos-, que nos capacita para conocer y amar al Hijo y que, junto con el Hijo, nos eleva hasta el Padre y nos introduce en su intimidad.

Y todo vivido con María Inmaculada, la Esposa por excelencia, la Madre que, introduciéndonos en su seno nos acerca a Cristo, que nos enseña a acogerle y seguirle con fidelidad y amor, que, a través del Rosario nos introduce en la contemplación de los misterios de su Hijo. La Madre que nos enseña a vivir como hijos en el Hijo amado y a ofrecerle nuestro corazón como morada perpetua, haciendo de él un templo vivo purificado y encendido por el fuego del Espíritu.


«Brillan los astros y se alegran. Él los llama y responden: “Aquí estamos” y brillan alegres para su Creador» (Bar 3, 34s). M. Ángeles es una de aquellas estrellas que Dios puso en el firmamento de la Iglesia que, llamada por Dios, hizo de su existencia un permanente “Aquí estoy” y hoy brilla alegre para su Creador. Si lo miramos atentamente nos contagiará algo de su resplandor y también nosotros escucharemos la voz del Padre que nos llama por nuestro propio nombre a brillar gozosos para nuestro Creador.