Fray José Mª Lucas Moral nos presentó con excelente agilidad el contenido central de la experiencia cristológica de M. Ángeles, dejando abierta la brecha para posteriores desarrollos de numerosos temas que la brevedad del tiempo no nos permitió exponer. ¡GRACIAS por tan precioso como detallado trabajo! ¡Y gracias por su disponibilidad para seguir mostrando ante nuestros ojos, las maravillas de Dios!
Saboreemos algunas de sus palabras:
“Inmediatamente o poco después de su conversión –algunas veces lo
conocen antes- Dios nuestro Señor muestra al alma un camino recto, seguro,
espacioso y real, que conduce al cielo. Es la vida de Jesucristo, su divino
Hijo, nuestro Redentor y modelo cuyo camino comprende una infinidad de
estrechos senderos que empiezan y terminan en el mismo lugar. Señalando uno de
dichos senderos, dice al alma que vaya por el, porque en el punto donde termina
la espera con los brazos abiertos para asociarla a la beatitud y gloria
divina, que es la recompensa prometida a sus fieles servidores e imitadores de
su divino Hijo”.
En el proceso espiritual de
toda persona tiene que estar orientada
hacia Jesús lo más perfectamente posible, con amor desinteresado
“Vi lo mucho que desagradan
a Jesús dichas almas tacañas y egoístas, y la gloria y complacencias que le
procuran las que le buscan sin interés por la práctica de las virtudes que
resplandecen en los misterios de su vida mortal y contiene el santo Evangelio,
cuyas almas le son muy queridas como copias vivientes que son de su divina
Persona Humanada”.
Ángeles Sorazu conoce a Jesús por media la oración.
Primero por la oración litúrgica. Así lo confiesa cuando afirma lo mucho que la
favoreció Dios en el rezo del oficio divino y la celebración de las fiestas de
la Iglesia gracias al “inapreciable don de penetrar los misterios que encierra
la sagrada liturgia y grande afición a esta”.
Y junto a la oración litúrgica la oración personal. Nos dirá que Dios le
ha concedido dos beneficios: El
primero es la imposibilidad de pertenecer a Dios a medias, necesariamente tiene
que ser toda de Dios o nada de Dios. El segundo es el trato familiar con Dios,
no puede tratarlo de lejos, como extraño, sino que necesita comunicar con Él
directamente.
¿Cómo es el Jesús al que ella reza?
Jesús es su maestro. El protagonista de toda la vida
de Ángeles Sorazu es Jesucristo. A ella sólo le cabe responder al amor que
recibe de él. El Jesús con el que se relaciona, va teniendo distintos rostros o
acentos en el proceso de su vida. Será el Dios humanado que sufre por amor al
hombre, será un padre o una madre que ama al hombre con infinita ternura, será
un amante divino que utiliza todos sus recursos para conquistarla, el redentor
y mediador, el cordero de Dios y el buen pastor, será el esposo, la segunda
persona de la Trinidad, el divino prisionero de la eucaristía.
En su existencia, Jesús no es un conocimiento
adquirido de una vez para siempre, es más bien presencia viva, que se va
manifestando siempre de forma nueva. Vamos a ver cómo se manifestó Cristo en
los distintos momentos de su existencia.
Cuando se
refiera a la llamada de Dios a su alma, a lo que llamó su conversión, sor
Ángeles no dudó en atribuirla al Sagrado Corazón de Jesús. Seguidamente nos
dice que el primer medio de santificación que la voluntad divina le impuso fue
la devoción al Sagrado Corazón y su propaganda, y un poco más adelante que
comenzó a conquistar almas para el Sagrado Corazón. En otro sitio afirma que
“profesaba singular devoción al Sagrado Corazón de Jesús y practicaba varias
devociones en su obsequio, y casi todos las horas del día me dirigía a Él para
rendirle mis homenajes o hacer algún coloquio, entrega, etc.”. Los dos
elementos de esta devoción, el amor y la reparación, van a estar
permanentemente presentes en toda su espiritualidad. Amor de Jesús, Verbo de
Dios encarnado, en contraste con el desamor, la ingratitud y frialdad con el
que es recibido por los hombres, y
reparación por los pecados y desprecios que recibe, ofreciendo al Señor en
compensación, actos de desagravio y reproduciendo en su cuerpo los tormentos y
sufrimientos que ve en Jesucristo.
Dentro de diez años se cumplirá el
primer centenario de la muerte de sor Ángeles. Aunque su vida y doctrina son en
gran parte desconocidas, ha sido una de las grandes figuras de la
espiritualidad y la mística española. Una mujer que goza de grandes
experiencias místicas, que plasma en grandes tratados de espiritualidad con
gran profundidad y belleza pese a su escasa formación académica. Una mujer inquieta,
que busca, que no se para, que siempre aspira a más hondura, a mayor
conocimiento de Dios por la mediación del Jesús que la enamora. Una mujer que
con frecuencia sufre, presa de sus ansiedades, quizá escrúpulos, pero que
mantiene firme su fidelidad a Jesucristo sin que nada pueda apartarla del amor
de su vida. Una mujer que vive a finales del siglo XIX y XX y que vive la
espiritualidad propia de aquella época. Quizá por eso no haya que buscar en sus
escritos novedades doctrinales. La gran novedad es ella, lo que vive y cómo lo
vive. Contempla la hermosura de Dios en el crucificado, al El se abraza y por
Él se deja abrazar hasta la total identificación. Toda ella para Jesús, el amor
de su alma. A su imitación dedicará todas sus facultades y sentidos, internos y
externos, para oír la palabra definitiva de Dios, manifestada en Jesús, ver
todos los misterios de la vida de Jesús desde la encarnación hasta la
glorificación, gustar de la dulzura de Jesús en la eucaristía y en la comunión,
tocar y acariciar al divino Esposo, dejarse acariciar por Él y aspirar el olor
a bálsamo y mirra que desprende el
cuerpo del Amado.